Los mecánicos que no amaban a las motocicletas (Part II)

Mi moto entró en el taller  el 31 de enero de 2012. Este es un dato para recordar.

En este taller , que yo haya observado, trabajan dos personas. El mecánico, llamémosle, Nano, y su pareja, llamémosle, Jenny.

Jenny es una persona de conversación agradable, que se encarga de recepcionar las motos, atender al público y gestiones administrativas, tales como petición de recambios, extender las facturas etc. y Nano se ocupa de reparar las motos.

Con Nano es muy difícil hablar. Es de pocas palabras, no te mira a los ojos. Toda comunicación debe pasar por Jenny.

El taller raramente abre a la hora que indica el rótulo de la puerta, y en ocasiones, no abre  un día entero sin razón visible.  En el taller puede haber fácil unas 15 o 18 motos, aunque muchas parecen simplemente aparcadas, y no parece que se esté haciendo ningún trabajo sobre ellas. Llaman la atención también varias mini-motos.

Las mini-motos son estos artilugios que  a veces se ven en los parkings de las grandes superficies un domingo por la mañana, y que cuando un adulto se sube a una de ellas, desaparecen entre las piernas del piloto. A mí me recuerdan a las bicis minúsculas que usaban los payasos del circo para deleite de niños y mayores.

Pues bien, Nano y Jenny son muy aficionados a las carreras de mini-motos, y parece que se especializan en el montaje y reparación de estos artilugios. Rastreando en el facebook de Nano, puedes verlo en alguna foto recogiendo una medalla en algún prestigioso evento.

Quizá esto solo de por sí,  debería haber bastado para que yo fuera más precavido. Especialistas en mini-motos, y les llevo una k1100…  Todavía tenía que aprender muchas lecciones en esta historia.

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Volvamos a enero de 2012.

Como está dicho, llevé la moto y allí la dejé. “Mírame a ver qué le pasa porque no arranca”. “No te preocupes.” ” Ok.”

Paso a los 3 días. Llamo.  “¿ Se sabe algo?”  ( Jenny) “No,   no está Nano, y no sé…  Ha estado mirándola pero no te puedo decir… ” (yo) “Bueno, pregúntale y llámame”. 1 semana. 2, 3.  Nada. Nuevas visitas. (Jenny) “No, es que Nano está de baja… No sé… ” 1 més, 2 meses.

Mi mujer dice que la culpa es mía por no haber cortado en este punto el tema. Como siempre, tiene razón. Y,  visto con la perspectiva del tiempo pasado,  era lo que debía haber hecho. No sé. Cada semana que iba el enfoque era un poco distinto, “Ha mirado el cableado y está bien,  por lo que está casi seguro que es en la piña del manillar”. Esperanzas. Bueno, la semana que viene me paso. Y así llegó el verano.

Para entonces, yo visitaba el taller con cierta asiduidad para recibir las excusas de cada semana, y me iba haciendo la idea de que como negocio,  aquello,  no podía funcionar. Aparte de mi moto, que estaba como un pasmarote, allí plantada en la mitad, eran muy pocas las motos que se veían reparar. Y yo, lógicamente no había soltado un duro aún. Sólo en superficie ocupada,  mi moto ya son 2 o 3 metros cuadrados, al precio en Donosti… Mal negocio.

“Para semana grande la tienes fijo, al 100 %!!!”.  Esto del “100 %” era una expresión de Jenny.  No sé si captaba el significado real de la misma.

“Mira, como no lo localiza, ha hablado con un colega que trabaja en la BMW, y la va a llevar para que la conecten a un ordenador de diagnóstico, y detecte dónde está el fallo”. Ah, pues mira que bien. Aquello sonaba a avance.

Septiembre. “No,  todavía no la ha llevado porque tiene el carro de motos mal. Pero ya la semana próxima sin falta”.

Octubre. Yo me siento muy gilipollas. Esto es una tomadura de pelo total. He ido de majo, de paciente, de todo. Soy consciente que es gente con problemas. Problemas para gestionar su negocio, pero creo que también para gestionar sus personas. Pero yo no tengo la culpa. Ya estoy harto. Voy a solucionar esto.

El 18 de octubre voy al taller, y me encuentro los cristales tapados por un papel blanco pegado por el interior. Por el exterior un cartel fosforito reza:

SE ALQUILA.

(Continuará)

Los mecánicos que no amaban a las motocicletas. Parte 3

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